Mazda 787B


Pese a la fascinación que tiene la afición japonesa por Le Mans (y, por qué no decirlo, el resto del mundo), sólo una marca japonesa ha ganado la prueba, en una sola ocasión. Fue Mazda, que en 1991 protagonizó una gran historia que demuestra que nunca puedes subestimar a nadie en la legendaria prueba francesa.

Digamos que, cuando Mazda llegó a Francia, no eran precisamente los favoritos. Aunque traían tres coches, uno de ellos era la versión 787 del año anterior, los otros dos eran el nuevo 787B que había demostrado corregir los problemas de fiabilidad del modelo base, pero poco más.

Durante mucho tiempo Mazda fue sinónimo de motores rotativos Wankel, y por lo tanto los tres coches lo llevaban. Un motor Wankel se diferencia de los tradicionales en que no usa pistones, sino que usa componentes que rotan, siguiendo todos los pasos de la combustión: la admisión de combustible, la compresión, la explosión, y el escape de gases.

Aunque la industria ha apostado en su mayoría por los motores de pistones, Mazda siguió en sus trece, confiando que la mayor fiabilidad y facilidad de conducción que le ofrecía el motor rotativo le garantizase la victoria. Pero para los aficionados que fueron a Le Mans aquel verano, lo que más recordarán de estos motores es el característico sonido que emitían.

Uno de los coches nuevos, el número 55, era el más especial de todos. En parte era porque consiguieron atraer a tres pilotos de Formula 1: Volker Weidler, Johnny Herbert y Bertrand Gachot. Ninguno de los tres había conseguido gran cosa en F1 (aunque en el caso de Herbert estaba aún en el inicio de su carrera deportiva), así que esta era una buena oportunidad para hacerse notar y continuar su carrera. El jefe de equipo se dio cuenta de esto, así que les dijo que se tomasen la carrera como si fuese de corta duración, al sprint.

Pero sin duda alguna, si por algo se caracterizaba el número 55 era por el extraño esquema de color que llevaba, una mezcla de naranja y verde con un patrón de tela, gracias a su patrocinador, el fabricante textil Renown. Por su parte, los otros dos coches llevaban el clásico esquema blanco y azul de Mazda.

La carrera de 1991 se recuerda como una de las más polémicas de la historia; la FIA quería fomentar a toda costa las nuevas reglas que permitían un motor de 3.5L, y para ello reservó las 10 primeras plazas de la parrilla a los equipos que usasen ese tipo de motor, sin importar dónde hubiesen clasificado.


Pero como estos coches demostraron ser poco fiables, a los mismos equipos que montaban motores de 3.5L se les permitió empezar la carrera con un coche diferente al que habían clasificado, así que muchos, como Jaguar y Mercedes-Benz, entraron en la carrera con el coche del año anterior. Como resultado, los coches de Mazda iniciaron la carrera con desventaja, en la parte media de la parrilla.

Pero ya se sabe, el que ríe el último, ríe mejor. Los Mazda tuvieron que luchar contra toda la parrilla, contra los Jaguar y Mercedes viejos, los nuevos Peugeot, e incluso los Porsche 962 llevados por equipos privados.


Pero finalmente, en una carrera épica (un Mercedes-Benz lideraba la prueba a falta de dos horas para el final), el Mazda número 55 cruzó primero la línea de meta cuando se cumplieron las 24 horas, mientras que los otros dos llegaron en sexta y octava posición. Un resultado increíble, gracias a la fiabilidad de los motores, y hasta la fecha, la única ocasión en la que un fabricante japonés ha ganado la prueba (aunque este año Toyota se quedó dolorosamente cerca).

Por su parte, la FIA acabó haciendo el ridículo con sus nuevas reglas, así que la tomó con los japoneses, prohibiendo completamente los motores rotativos, por lo que esta también fue la única ocasión en la que ganó un motor no tradicional.

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